Naufragio, un relato del libro Zona de influencia(Unidad de Sentido 2023)

nico guglielmetti
4 min readSep 28, 2023

--

Un relato de Nicolás Guglielmetti

Amarillas, corroídas por el salitre y descascaradas hasta el herrumbroso esqueleto, algunas canoas se desperezan sobre el lodo durante la bajamar en Punta Piojo. Nuestro tracker es un pozo de madera profundo hasta la manija de camarones que por momentos corcovea como un lobo siendo arresiado por un montón de corderos.

No sé en qué momento el viento del Este se instaló, ni qué pensaría Darwin si me sintiera comparar con una pradera este punto perdido en el mapa al que él calificó como el más horroroso y desconcertante que vio en su vida. Tampoco sé cuántos años tenía Darwin por aquel entonces, solo sabemos por las cartas de navegación que estaba al borde de la depresión. Pienso en esto mientras el Poxi hunde una suerte de remo corto en un tambor que hierve y badea sobre la superficie una gloriosa espuma naranja y, a pesar que nuestro sistema digestivo está harto del gusto de los camarones, su degustación cuando ya emprendemos la tan ansiada vuelta a casa se trata de un ritual que nadie está dispuesto a violentar. No sea cosa que recaiga sobre esta tripulación modesta una maldición y nos encuentren años después siendo un montón de huesos en las arterias latentes del estuario.

Ahora debemos atravesar 120 kilómetros sobre esta suerte de zamba, inmersos en la representación de la bahía con sus límites concretos.

En ningún reglamento naval se instará al tripulante a beber, sin embargo, Tato, que pasa gran parte de la jornada trabajando en la cámara, acerca unas latas de cerveza fría para atemperar lo que el sol y los tábanos han hecho de nosotros y, para ser sincero, la mezcla entre el alivio del fresco trago, la sensación de volver y los primeros pespuntes del atardecer crean el contexto perfecto para abandonarnos un rato al disfrute y arrojarnos una refrescada en el mismo mar.

Pero no, es tarde y tras encender el enésimo Camel empuño con el peso de mi pequeña historia el volante que direcciona la quilla hacia el corazón de Ingeniero White.

Apenas encima de la foto de Andrea y Morena, aparece el grabado de un voluminoso cangrejo atrapando una mariposa con una leyenda que dice “apurate con cuidado” en lengua grecolatina. Y mientras lo observo pienso el tiempo que me llevó descubrir que se trataba de un grabado renacentista llamado “La sententiose imprese”, de Simeoni y Giovio del año 1562, que Andrea había recortado de un libro que se olvidó de devolver de la biblioteca Marasso de la Universidad del Sur cuando flasheó estudiar Letras antes de quedar embarazada.

Siempre que vuelvo a casa pienso cuán diferente hubiera sido su vida de no habernos calentado en la pista de Universitario bailando lentos de los Guns en la oscura madrugada. No se por qué, pero siempre que intento volver y tengo miedo a perecer pienso en eso.

¿Hubiera terminado dando clases de Letras en la escuela cercana al Saladero o sería una poeta de la rosca profunda? ¿Acaso no hay mejor nombre para un barco que un mal verso? ¿Qué tipo de metáforas o imágenes se cristalizaron en derredor de los impactos que dimos a la segunda inmersión de la proa?

Deberían haber pasado unos veinte minutos navegando a diez nudos cuando saliendo de una rompiente profunda el tambor donde venían hirviendo los camarones se volteó sobre el cuerpo del Tauri que, a pesar de sus dos décadas de oficio, no pudo salvarse del calvario. El Tauri soltó un quejido desde las entrañas que se amplificó en los pulmones y desearía no haber vivido para escucharlo. Si tuviera que arriesgar una semejanza diría que se parecía al chillido que hacen las águilas y lo único que me dio tranquilidad tras emerger horas después en un islote desierto fue saber que su sufrimiento duró apenas dos olas.

El resto fue tratar de entender y escapar por el caos a medida que los vidrios estallaban y el barco comenzaba a burbujear sediento de profundidad.

Después vinieron elucubraciones: el exceso de peso, los cajones de lenguado y pescadilla mal acomodados, la supuesta negligencia de los empacadores y la escasa visibilidad. Siempre que recuerdo a los que perdimos en aquella jornada pienso en la cara de sus viudas y en sus hijos reemplazando sus lugares una vez que el seguro y la burocracia de la Prefectura nos devolvieron el instrumento para seguir haciendo lo único que sabemos hacer desde que nacimos: salir al mar, cinchar como burros, descargar en el muelle y que los peladores nos rodeen deseosos de platita fresca.

Hacer plata de este lodazal y vivir para contarlo no es ni fue una tarea sencilla. Los cangrejos viven y mueren para siempre en la misma cueva que cavan desde que nacen en nuestra ría manteniendo una fidelidad absoluta y nosotros no estamos exentos de esos destinos naturalistas.

Durante la noche, Andrea puso los músculos que se pegan a los pilotes del muelle abandonado en una olla con vino blanco, ajo y perejil. Una vez que se abrieron los comimos mientras Morena hacía los deberes mirando Peppa Pig.

Después agarramos el cuaderno donde hace dibujos con fibras fosforescentes y escribimos capítulos de una novela que viene bien desarrollada. La personaje principal es una nena parecida a Rapunzel que sobrevuela las chimeneas del Polo Petroquímico. Cuando logro dormirla, leyendo los capítulos anteriores, su madre me chista levemente desde la cocina en un código que llevamos a través de los años.

Cuando llego, solo está encendida la luz diminuta del Spar y ella se baja la bombacha hasta las rodillas mientras me lleva hasta la mesada donde se va a sentar para que la penetre rápido. Después husmearé el perfume de su cuello sin dejar de pensar en toda la poesía que se tragó esa lamentable catástrofe.

--

--

nico guglielmetti

Linea fundadora en Unidad de Sentido Editora. Talleres de escritura creativa, staff de revistas literarias y gestión cultural. Soy escritor